miércoles, 5 de noviembre de 2008

Germán, el último habitante de Valladolid

[Historia inspirada en la noticia dada por el Ministro del Interior cuyo titular podría ser: "En los últimos 30 años, 160.000 personas han perdido la vida en las carreteras"]

La historia pesa en los hombros de Germán. Esa es la causa de su tozudez, más que su carácter. Reside en una casa humilde que había terminado de construir su abuelo Román, a orillas del Pisuerga. Hace4 cuatro años murió su mujer y vive sólo. Tiene dos hijos que no hacen carrera de él: uno es taxista en Barcelona y el otro está prejubilado en Bilbao. Desde 2003 ostenta un título bastante ingrato, es el último habitante de Valladolid.

Todo empezó hace treinta años cuando el Consejo de Ministros aprobó algo que puede parecer sorprendente: la capital castellana desaparecería en veinticinco años, sus habitantes serían reubicados en una nueva urbe construida, a 15 Km., en una pequeña meseta libre de riadas e inundaciones (y bien aireada).
Sucesivos gobiernos anteriores habían meditado soluciones parecidas porque Valladolid ocupa una zona pantanosa expuesta a las crecidas del río y cada década soportaba por lo menos un desbordamiento de catastróficas consecuencias. En esta ocasión el gobierno había hecho un estudio muy completo y los expertos llegaron a la conclusión de que la reconstrucción de cada crecida importante, contando un período de cincuenta años, costaba más que hacer una nueva ciudad en otro lugar más apropiado. Fue difícil que todos los implicados estuvieran de acuerdo, pero al final la mayoría se convenció de que era lo mejor. Atrás quedaría el tejer y destejer de muchas generaciones.
Valladolid surge cuando se descubre –a mediadnos del siglo XII- que el río Pisuerga era aurífero. Esto atrajo a gente ambiciosa y, poco a poco, el lugar se fue llenando de gente; aunque el principal aumento se produciría siglos más tarde -en el XIX- con la fiebre del oro. Pero desde hace cincuenta años, más o menos, la recolección de este preciado mineral está en declive y ya no es rentable dedicarse a ello.
El plan de destrucción de la ciudad tenía tres fases –que a día de hoy no están del todo concluidas-. Se actuaría paralelamente en Valladolid y en la llamada Nueva Valladolid. Tras construir el primer barrio en la nueva ciudad se desalojarían las viejas casas más próximas al río. Después se trasladarían los órganos de gobierno y en el último momento los habitantes de los edificios más alejados de las orillas ribereñas. Todo a lo largo de veinticinco años.
Cuando llegó el turno a Germán y a su mujer (en los años 80), estos se negaron a abandonar su casa. Germán repetía siempre que nadie le sacaría de allí, que allí moriría. Se hicieron todos los trámites posibles y todas las acciones imaginables pero no se consiguió nada. Se vivieron momentos muy dramáticos. Nada ni nadie convenció a Germán.
Hace unos meses alguien pensó que era mejor dejar las cosas como estaban y así siguen.

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