miércoles, 28 de enero de 2009

Índice de Desarrollo Humano (IDH)

Interesante página sobre esta forma de medir la riqueza de los países del mundo: http://es.wikipedia.org/wiki/Países_ordenados_por_Índice_de_Desarrollo_Humano

martes, 27 de enero de 2009

La rima no es necesaria


Monumento al mar
Paz sobre la constelación cantante de las aguas
Entrechocadas como los hombros de la multitud
Paz en el mar a las olas de buena voluntad
Paz sobre la lápida de los naufragios
Paz sobre los tambores del orgullo y las pupilas tenebrosas
Y si yo soy el traductor de las olas
Paz también sobre mí.

He aquí el molde lleno de trizaduras del destino
El molde de la venganza
Con sus frases iracundas despegándose de los labios
He aquí el molde lleno de gracia
Cuando eres dulce y estás allí hipnotizado por las estrellas
[...]
Sigue en:

domingo, 25 de enero de 2009

En relación al trabajo realizado por Víctor sobre las metáforas

Poema de Miguel Hernández, escrito durante la Guerra Civil española (1936-1939), "Canción del esposo soldado" (Ver enlace):
http://www.tinet.org/~elebro/poe/mher/esposo.html

lunes, 19 de enero de 2009

Para Rafa

Bienvenida Laura. ¡Rafa, este es el enlace! http://www.tourspain.es/es/HOME/ListadoMenu.htm
Y mediante esa llegas a esta:http://www.spain.info/

miércoles, 14 de enero de 2009

Harriet

Creo que en el año en el que se celebra el 200 aniversario del nacimiento de Darwin es interesante hablar de:

Sobre la película "Germinal"

Ver enlace http://platea.pntic.mec.es/curso20/24_elcine-iniciacion/3.pdf

viernes, 9 de enero de 2009

Una alegre navidad [Ficción]

El día 23 de Diciembre a las 10,30 de la mañana estaba ingresando en el Hospital Puerta de Hierro. Triste, desolado, apático, entraba en la más infeliz de las navidades posibles. Con veinte años y unas ganas locas de vivir, cualquier contratiempo serio de la salud –y este lo era- suponía un mazazo para el que parecía no estar preparado. ¡Por qué me haría esos malditos análisis!

Durante el primer día, después de algunas pruebas, sentí que apenas tenía fuerzas. Estaba como ausente de todo, como en una niebla de semiinconsciencia que parecía eterna. Por la noche me costó dormir. A las cinco de la mañana conseguí engañar al tiempo por unas horas. Aunque no recuerdo haber soñado, lo cierto es que me levanté algo más animado.

El día 24 transcurrió como la tarde del día anterior. Llegó la hora de la cena y el hospital quiso que pareciera nochebuena, pero a mí no me perecía nochebuena. Hasta nos dieron un poco de sidra y, por supuesto, turrón. Las luces de todo se fueron apagando. Tumbado en la cama llegó la serenidad; una paz triste propicia para pensar sobre la vida, sobre el sentido de la vida. Así estuve casi tres cuartos de hora. No tenía sueño y salí al pasillo a pasear.

En el pasillo había alguno más paseando igual que yo, y salieron más. Tres o cuatro se conocían de otras veces, dos éramos nuevos. Oí que uno preguntó: “¿Nos vamos a la 217?”; “Vale” –contestaron los que sabían lo que quería decir eso-. Al irse uno de ellos me miró y dijo: “¡Veniros!”.

Entramos en una habitación como abandonada. Había una cama no demasiado vieja pero destartalada, una columna para diagnosticar errores de visión, una bombona de oxígeno y una silla sin respaldo; en el servicio se acumulaban cajas cerradas de suero; las persianas semiabiertas producían un ambiente en penumbra.

- ­¿Por qué estáis aquí? –soltó el que nos había invitado, mientras sacaba un paquete de Fortuna y ofrecía a los demás.
- Yo no lo sé –dije-. Me hice unos análisis y tenía la albúmina alta; me están mirando para ver a qué se debe.
- Yo puede que tenga un linfoma de Hodgkin –respondió algo tímido el otro de los nuevos.

Pasados unos minutos todos fumábamos. Eugenia fue al servicio y trajo una botella de sidra que había escondido durante la cena. Estaba caliente pero sabía bien con las burbujas alegrando la garganta. Charlamos un rato, nos terminamos la sidra y algunos se echaron otro cigarro. A las dos nos fuimos cada uno a nuestra habitación.

El día 25 amaneció soleado pero yo seguía triste. Me vinieron a visitar familiares y amigos y yo fingí estar bien y hasta conté algún chiste. La noche tardó en llegar de nuevo, y de nuevo me pareció estar expulsado del mundo. Por la ventana me llegaban señales de la vida verdadera, la de fuera. Una enfermera joven y rubia me puso una inyección en el brazo. El silencio unificaba las sensaciones. Volví a salir al pasillo como la noche anterior y todo sucedió de forma parecida a la noche anterior. Nos reunimos en la 217, charlamos, contamos cosas que nos hicieron reír y a las dos nos fuimos cada uno a nuestra habitación. Pedro en algún momento comentó que si tenía el Hodgkin lo más probable es que muriera; pero la tristeza de sus palabras duró lo justo; una “burrada”, humilde y graciosa a la vez, de Félix recompuso las carcajadas. Me fui a la cama algo más alegre.

Durante los dos días siguientes no nos hicieron ninguna prueba porque la nochebuena se había unido con el fin de semana y los médicos no trabajaban. Los 6 estrechamos nuestra relación y nos juntábamos a cualquier hora, no sólo por la noche. Jugábamos a las cartas, charlábamos, fumábamos a escondidas, a veces nos refugiábamos en el silencio…, y empezábamos a tener un lenguaje propio. El día 28 gastamos una broma a la enfermera joven y rubia: Vicente simuló que se ahogaba y su habitación se llenó de médicos de guardia y enfermeras; después de un rato hizo ver que se le pasaba. Comprobamos que era un actor excelente. El día 29 casi no nos vimos. Ese día nos hicieron todas las radiografías, análisis, y demás pruebas que no nos habían hecho los días anteriores.

Llegó el día de nochevieja y nunca pensé que unos chavales enfermos en un hospital se lo pudieran pasar tan bien. No hicimos grandes cosas, aunque realmente pasó de todo. En diferentes momentos algunos de nosotros lloramos con pena pero, de las cuatro horas que pasamos en la 217, tres por lo menos las pasamos riendo. Javi, que decía que era muy soso, encadenaba chistes y “paridas” –como si hubiera estado esperando años para demostrar su gracia-. El chiste de la noche fue este:

En la sala de espera de un hospital, junto al quirófano, se oye por megafonía: “Familiares de Raimundo Rodríguez Rico pasen a la sala 4”. Ya en dicha sala el cirujano jefe se dirige a ellos y dice: “Lo siento Daimundo Dodiguez ha fallecido, no hemos podido haced nada pada salvadle”. El familiar que más cerca estaba del cirujano, nervioso suelta: “No me joda”. Sorprendido el cirujano jefe se dirige a él: “No me ha entendido, ni mejoda ni mejodadá, ha fallecido”.

Las carcajadas tal vez no correspondieran a la gracia del chiste pero estábamos como emborrachados de alegría y cualquier cosa graciosilla era el mejor chiste de la historia de la humanidad. Nos fuimos a la cama rendidos.

Tardé tres días más en salir del hospital. Cuando entré nunca pensé que estas iban a ser una de las navidades más alegres de mi vida. Hoy lo he recordado, después de dos años, porque me enterado de que el Hodgkin ha podido con ese chavalote con pinta de galán que era Pedro. La vida tiene esas paradojas.

Conflicto de Gaza

Ver el siguiente enlace del diario El País: http://www.elpais.com/graficos/internacional/Gaza/2008/elpgraint/20080505elpepuint_1/Ges/