lunes, 20 de octubre de 2008
“Mi pierna derecha” (homenaje a J. J. Millás del que cogimos el título)
He visto en tus ojos que algo importante me querías decir, pero al instante he sentido que sabía lo que me querías decir. Acababa de despertarme y, al ver la luz, el mar de tu mirada me ha inundado de frescor. Un respiro, después del latigazo que me ha azotado al recobrar el mando de mi cerebro. He notado tus lágrimas limpias aunque llovían hacia adentro. Te he querido más que nunca y, sólo por eso, a una velocidad de vértigo he pensado que la vida merecía la pena. Pero yo también he llorado hacia adentro. Un segundo después he vuelto a caer en el mundo de las tinieblas y la primavera, en el mundo del galgo y la tortuga, de la risa y el subir las escaleras de la abuela en un minuto trece. He soñado. Estábamos en una playa de Portugal y era invierno. El cielo estaba vestido de un azul nítido y aunque hacía frío yo me quité la camisa. Tú corrías y gritabas provocando al eco. No había nadie, sólo rocas y la banda sonora del mar y las gaviotas. La vida era maravillosa. Me he vuelto a despertar pero las piezas no parecían encajar. Mi madre no se había dado cuenta y pensaba que yo seguía durmiendo. Sentada al fondo, en un rincón que parecía su desierto, secaba sus ojos en silencio. Mi hermana hablaba por el móvil mirando a la ventana. En la noche, a lo lejos, al otro lado de los cristales, un enjambre de luces se hacía notar. Beatriz me cogía la mano inundando de paz aquellos veinte metros cuadrados. Torpemente, pero lleno de bondad, Juancar dijo “Lo siento tío, qué va a pasar ahora”. Se notaba que no sabían cómo decirme algo que yo sabía. Después de 18 horas en el hospital mi vida empezaba de nuevo, pero sin “mi pierna derecha”.
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